Reflexiones sobre el sistema de transporte público en Costa Rica

Rommel Porras Rodríguez, Administrador público

Existe un problema creciente hace algunos años en Costa Rica. No hay que ir muy lejos para identificarlo. Lo vivimos día a día y simplemente basta con intentar cruzar entre San José y Alajuela alrededor de las 4:00 y las 6:00 de la tarde, o intentar llegar desde Curridabat hasta algún punto de Cartago en un mismo horario. El problema también se ve reflejado desde otras dimensiones, cuando se intenta buscar un horario adecuado para tomar el tren, intentado evitar el colapso que se genera en las carreteras nacionales, y nos damos cuenta de que hay tan pocos horarios que ni siquiera vale la pena intentarlo.

Algunas personas podrían argumentar que es evidente que se va a generar presa durante horas de alto tránsito, por la alta densidad población, los horarios laborales y el traslado de las personas ciudadanas entre puntos estratégicos del país. La realidad es que no es necesario que sea un horario específico para que se genere un colapso vial. Muchos hemos vivido una presa un sábado al mediodía, o en un espacio de tiempo inesperado. No suele ser la norma, pero sí sucede. Mi inquietud con esta idea es que nos hemos acostumbrado a considerar que esto es normal, aun sabiendo que tiene un considerable impacto económico, psicológico y ambiental.

Sobre el problema principal podemos sumar aspectos secundarios. Las pésimas condiciones mecánicas e higiénicas de algunos (por no decir muchos) autobuses públicos, la incomodidad de la aglomeración cuando los pocos horarios colapsan el servicio, los horarios muchas veces inexistentes, en algunas ocasiones el irrespeto y falta de profesionalismo por parte de los choferes, las terribles condiciones de las carreteras y calles secundarias, entre muchas otras características de nuestro sistema de transporte nacional.

¿A nadie le preocupa que a los pocos meses de estrenada la nueva terminal FECOSA en Alajuela, todos los puestos para estacionamiento de autobuses tenían fuertes manchas de aceite y residuos?

Las causas son múltiples y todos somos culpables directa o indirectamente. Debe existir desde la administración pública, una ruta clara sobre los problemas crecientes y soluciones sostenibles. Construir calles más grandes ya no es una solución real. Eso lo hemos de evidenciar en la Autopista General Cañas, en donde se amplían los carriles, y el punto crítico de la presa solamente se moviliza algunos kilómetros. Pasamos de tener presa cerca de la empresa Bridgestone a tener presa en el Hospital México. El espacio para construir se nos acaba, pero el acceso a los vehículos personales sigue en aumento.

Sumado a lo anterior, no puedo evitar sentir una sensación de tristeza al ver cubierta la ciudad por enormes estructuras de concreto. Un país verde, pintado de gris. Estructuras con poco atractivo urbanístico, que transforman la ciudad en un mundo para carros, dejando por fuera a sus ciudadanos que ahora son rebajados a un segundo plano, opacados por la sombra de las imponentes estructuras grises. Ya no hay niñas y niños que salen a jugar, no hay espacio para los ciclistas que en muchas ocasiones arriesgan su vida en la vialidad, y mucho menos para aquellas personas que nos gusta caminar.

Asimismo, los empresarios partícipes de la prestación de servicios relacionados al tema tratado, deben promover una fuerte responsabilidad social respecto a la importancia y seriedad de los servicios prestados. No es realista pedir que todos los autobuses sean de último modelo, pero sí que los conductores tengan un trato respetuoso ante los pasajeros y que los autobuses no se estén cayendo a pedazos. No puedo evitar olvidar la ocasión en la que un chofer aceleró sin siquiera permitir que llegara a mi asiento, y al apoyarme en el reposacabezas de un asiento, este se quebrara, provocando que yo cayera encima de otro pasajero y me lastimara el brazo.

Sobre todo, la culpa la tenemos los ciudadanos, que normalizamos las pésimas condiciones de vida que nos generan las situaciones mencionadas. Ante un civismo decreciente, debemos retomar con firmeza aquellos valores que hicieron de Costa Rica un gran país y trabajar en los problemas emergentes, los cuales nos pueden salir muy caros en el futuro. No podemos ser tolerantes, ante políticos o empresas negligentes, y debemos poseer la firmeza para exigir lo que como costarricenses merecemos.

Por último, quiero dar una propuesta. La verdad es que el tren no es opcional. Considerando la gran densidad poblacional en áreas específicas de nuestro país, el descontrolado crecimiento urbano, y el reducido espacio para seguir ampliando carreteras, se debe desarrollar un sistema de transporte por trenes más eficiente. Contrario al actual, el sistema nuevo de trenes debe ser más accesible, poseer más paradas, tener un horario constante y frecuente, y estar dirigido a brindar una opción de calidad a aquellas personas que se movilizan entre las grandes ciudades de nuestro país y sus regiones.

Debe ser un método seguro para aquellas personas con menos recursos, que no tienen la capacidad económica para comprar un automóvil. Además, es necesario que sea una alternativa satisfactoria, conveniente y apropiada para toda la ciudadanía. No va a ser barato, pero las cosas buenas generalmente no lo son. Es importante entender que las presas tienen múltiples costes asociados, incluidos económicos. Por lo tanto, es importante reflexionar, hasta qué punto estamos dispuestos a vivir con este problema encima, pagando un alto precio por la falta de visión, casi siempre con lo más importante, nuestro tiempo.

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